sábado, 16 de enero de 2010

DESOLACIÓN



Parece que la fatalidad de los desastres inabarcables se ceba casi siempre con las gentes y con los pueblos que menos tienen, con las más desvalidos. He aquí, resumidas, las características económicas de este pequeño estado antes de la situación apocalíptica en que lo ha sumido el terremoto del pasado día 12:

"Haití tiene la renta per cápita más baja de todo el hemisferio occidental, es decir, que puede considerarse el país más pobre de toda América. Los indicadores sociales y económicos colocan a Haití en puestos descendentes detrás de otros países en vías en desarrollo de bajos ingresos (particularmente en el hemisferio) desde los años 80. Haití está en la posición 150 de 177 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Aproximadamente un 70% de la población vive en la pobreza. Cerca del 70% de los haitianos depende de la agricultura, que consiste principalmente de agricultura de subsistencia a pequeña escala y emplea cerca de las dos terceras partes de la población económicamente activa. El país ha tenido muy pocos puestos nuevos de trabajo desde que el Presidente René Préval tomó posesión en febrero de 2006, aunque la economía informal está en crecimiento. El fracaso en el intento de lograr acuerdos con patrocinadores internacionales han impedido que Haití obtenga asistencia para un presupuesto y programas de desarrollo.La pobreza resulta extrema en gran parte de la población, tanto que sus ingresos no les alcanza para adquirir un poco de arroz u otros alimentos básicos, debíendo para subsistir alimentarse con una especie de galletas hechas de lodo (barro), manteca vegetal y sal, que es vendida a bajo precio, lo que acarrea secuelas de desnutrición y otros males físicos". (es.wikipedia.org)

La situación actual multiplica la miseria, y la existencia para tantas familias rotas y sin hogar será ahora mucho más difícil. Ante catástrofes de tal calibre, la solidaridad es obligada en todos los niveles. Individualmente, quienes así lo decidan pueden ejercerla a través de organizaciones solventes que tienen abiertas cuentas en muchas entidades bancarias. En la acción colectiva, la más necesaria y efectiva es la de los demás estados del mundo libre y la de los organismos internacionales de asistencia coordinados por las Naciones Unidas. La Vieja Europa y la América más rica y avanzada han de ponerse al frente de la tarea de reconstrucción de un país ahora deshecho. Las imágenes, las informaciones y los datos que nos llegan sobre el desastre sobrecogen por la magnitud del mismo en muerte y destrucción. Entre tanta desolación, la luz de esas vidas rescatadas milagrosamente de debajo de los escombros debe ser símbolo de esperanza y estímulo para la acción solidaria.


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