Todos los días deben serlo. Cuánta sorpresa encontramos en los libros. Y en cualquier sitio los hallamos: en las más modernas y dotadas bibliotecas; en los más recónditos rincones de las librerías de ocasión y de libros viejos y antiguos; en los tenderetes de baratillos y de rastros. Cada cual puede imaginarse su propia geografía del libro y elegir en cada ocasión el que mejor puede hacerle compañía. Siempre están dispuestos, como el arpa de los versos becquerianos, a que alguien despierte, al abrirlos y leerlos, el mundo que en ellos duerme.
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